
He encontrado en la golfa de casa de mis tíos un cuadro al óleo que representa un indio guaraní. Me ha sorprendido su trazado, la energía con que está pintado, el rostro grave, la tristeza de sus ojos, su boca ancha y labios finos, su deforme hombro, los vivos colores atemperados por el paso del tiempo transcurrido en esta buhardilla. Cubierto de telarañas, ácaros, dañado por las entradas de luz que quemaban el aceite de la pintura, lo recogí de entre el suelo y la pared, donde estaba apoyado, le saqué el grueso de polvo que ennegrecía la tela y lo contemple con nuevos ojos y con una cierta pena.
Estaba tirado, abandonado, oculto entre otros trastos amontonados en aquella amplía estancia, al amparo de las humedades, las sequías y los rigores meteorológicos.
Lo he recogido con devoción, y he intentado salvarlo. Rescatarlo. No sé si será valioso o no, si su autor es conocido o no. Solo he querido sacarlo de allí y dignificar este retrato, colocándolo en una habitación, nueva y convencional. Aséptica y aburrida.
Con ello, a mi manera, he pretendido salvar del olvido a una cultura a punto de quedar abandonada en las golfas de la actual civilización.
Hubo un momento en que el resignado y triste retratado me ha dado la sensación de que me agradecía lo que estaba haciendo por él. Incluso me ha parecido observar cómo me sonreía, dándome las gracias de sacarlo de aquella lúgubre habitación y ubicarlo en el funcional y luminoso estudio donde trabajo.
Estaba tirado, abandonado, oculto entre otros trastos amontonados en aquella amplía estancia, al amparo de las humedades, las sequías y los rigores meteorológicos.
Lo he recogido con devoción, y he intentado salvarlo. Rescatarlo. No sé si será valioso o no, si su autor es conocido o no. Solo he querido sacarlo de allí y dignificar este retrato, colocándolo en una habitación, nueva y convencional. Aséptica y aburrida.
Con ello, a mi manera, he pretendido salvar del olvido a una cultura a punto de quedar abandonada en las golfas de la actual civilización.
Hubo un momento en que el resignado y triste retratado me ha dado la sensación de que me agradecía lo que estaba haciendo por él. Incluso me ha parecido observar cómo me sonreía, dándome las gracias de sacarlo de aquella lúgubre habitación y ubicarlo en el funcional y luminoso estudio donde trabajo.