
Ante la marea nacionalista, exaltada a veces tanto por indigenistas como por nuevos criollos, hoy voy a escribir una “ grande boutade”, como dicen los franceses, es decir una dislocada ocurrencia, como puede transcribirse en español: “La isla de Martin García, no pertenece ni a argentinos ni uruguayos, es de los guaranis”.
Con ello quiera relativizar posiciones reivindicadas por indigenistas o exacerbadas por estatalistas del establishment fronterizo sudamericano, tan caprichoso y post colonial, como circunstancial.
La isla, antiguo presidio para presidentes derrocados argentinos, hoy es un destino turístico abierto, en el dulce Mar del Plata y un magnífico lugar para la reflexión.
La isla fue ocupada por los guaranis del delta de Paraná, para convertirla en una base de control y pirateo en esta zona(los guaranís han sido llamados los piratas del Plata). Para ellos, la isla, en la confluencia de los dos grandes ríos guaranís: en la desembocadura del Uruguay y cercana al delta del Paraná, forma parte del rosario de islas que constituyen el poso mitológico de su errante viaje por el Mar Verde, en la búsqueda del Mar Exterior y llegar a la “Tierra sin Mal”.
Para argentinos y uruguayos, el islote ha sido motivo de disputa fronteriza.
Para el resto de los mortales es un bellísimo lugar, donde pasar uno o varios días de distracción y regocijo, y un encantador punto de llegada para los "yachtmen" de la zona, que navegan estas aguas del "mar dulce".
Pero esta isla, en en el fondo, es la tumba de un expedicionario español, posiblemente muerto por las cerbatanas guaranis, que en pleno siglo XVI tuvo la suerte de poder ser enterrado en este islote, y no ser devorado, ni engullido, víctima de la antropofagia guaraní.